Gobierno Comunal

No son ilusiones pensar que la sustitución del Estado burgués por un Estado comunal, como lo llamaríamos en Venezuela, pudiera comenzar, en condiciones pacíficas, transfiriendo a la organización popular las funciones administrativas de la municipalidad (alcaldías y cámaras). Tal cosa facilitaría la generación de los gobiernos comunales, tantos como ciudades tenemos (hay en Venezuela más de ochocientas que pueden ser llamadas así). Tal cosa implica repensar la organización primaria de administración política en que fue dividido nuestro territorio.

Los municipios venezolanos están caracterizados por tener, comúnmente, un territorio extenso sobre el que una engañosa visión autonómica pretendió desarrollar una gestión política y administrativa sin tomar en cuenta sus problemas y potencialidades, y sin medir las capacidades sustentables que ellos pudieran desarrollar. En nada se pareció al originario Ayuntamiento de la vieja Europa. Fue intencional. En sus inicios la cuartarepublica los vio como el reparto de cuotas de poder. Eran estructuras para la demagogia, con muy baja capacidad productiva y severas deficiencias administrativas, todo lo cual facilitaba su explotación salvaje por el capitalismo. Su posterior autonomía, concebida dentro del pensamiento neoliberal, buscaba minimizar la acción del gobierno central sustituyéndolo por pequeños gobiernos en manos de los diversos grupos económicos regionales. La desaparición de la unidad nacional era el objetivo.

Esta forma de asentamiento en el territorio y esta manera de organización del poder sobre él, dejaba de lado el sentido de lo común que llevó a los pueblos originarios del mundo, a establecerse en función de la potencialidad real o imaginada y de su voluntad de apoyarse en sus propios esfuerzos para construir el futuro. Las evidencias son apabullantes: un país dependiente de la renta petrolera generó una organización político-administrativa burocrática, torcida y parasitaria, al servicio de intereses que sólo benefician a empresarios y dueños de la tierra. Tal realidad no dejaba espacio para el desarrollo de los poderes creadores del pueblo.

Esta oscura historia ha hecho que los gobiernos municipales (a pesar de estar ahora mayoritariamente en manos de boinas rojas) sean el principal obstáculo para la conformación de los consejos comunales, paso previo a la consolidación del poder comunal. La burocracia municipal ha secuestrado a muchísimos de los consejos comunales que intentan organizarse, despojándolos de su filo crítico y su potencialidad emprendedora. Ha logrado que ellos terminen siendo unas simples organizaciones comunitarias parasitarias tuteladas por los alcaldes y al servicio de su continuidad.

La posibilidad de que la revolución venezolana pueda quebrar totalmente el poder de la burguesía sin necesidad de disparar un solo tiro, o en todo caso muy pocos, pasa por superar esa primera muralla. Tal cosa permitiría transformar nuestras viejas ciudades precapitalistas, en las ciudades para el desarrollo del socialismo, desmontando la carga que estableció la burocracia y el clientelismo político y rompiendo las relaciones impuestas por quienes, durante siglos, concentraron el poder o se enriquecieron con su ejercicio.

De esta manera la confederación de consejos comunales podrá, cada una a su propio ritmo (y con el acompañamiento de los cuadros del gobierno), ir organizando sus comunas, integrándolas para conformar la ciudad socialista, estudiándola para determinar su vocación y potencialidad económica. Es decir, desarrollando el ciclo de trabajo que propuso el Presidente:
- Diagnóstico Popular;
- Plan Comunal;
- Presupuesto Comunal;
- Ejecución Comunal y
- Contraloría Comunal.

Todo como paso previo al ejercicio directo del gobierno local. Para ello la ciudad y el gobierno central debe definir su territorio, más allá del área urbana, y sus actividades económicas fundamentales.


De lo que se trata entonces es de convertir nuestras ciudades, siempre que tengan una fuerte organización comunal, con clara definición de los bordes de su territorio y de las potencialidades de desarrollo que tiene ese territorio, en ciudades-municipios, que modifique la actual división política territorial, permitiéndoles superar sus males y caminar con voluntad colectiva hacia un futuro compartido.

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